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Violencia VS Amor Incondicional



A lo largo de mis casi 16 años de experiencia como educadora en mi centro de internamiento, tanto el perfil de l@s adolescentes como el tipo de delito por el que entran, ha variado mucho, y no creo que sea casualidad, todo tiene una causa y efecto.


Y en este caso estamos recibiendo en mi centro la muy mala praxis educativa que se están haciendo en los hogares (sin saber cálculos exactos entre un 70% y 80% llegan por maltrato filoparental).


No es juzgar, es una premisa básica para mi a la hora de trabajar con cualquier persona, que lo hacen lo mejor que saben y pueden, como le han enseñado, pero es cierto que las cifras son escalofriantes y da que pensar.

Lo que me lleva a una conclusión principal, no hay una educación apropiada a los educadores y educadoras que tienen una atención directa con un adolescente, ya sean familiares, o profesionales, ni en los colegios ni en los institutos ni en las Universidades, ¿dónde se enseña a educar? ¿dónde se enseña a ser padres en el nuevo paradigma del siglo XXI con las nuevas corrientes pedagógicas y psicológicas que desmontan los viejos paradigmas educativos?.


Por lo privado muchos profesionales avanzan, investigan, escriben libros muy prácticos, dan una formación espectacular, y esto como no está a la vista de todos, hay que buscarlo y pagarlo, tener las ganas de cambiar y mejorar la relación con nuestros hijos para así mejorar nuestra sociedad, pues esa información de tanto valor no está llegando donde tiene que llegar, que es a todos los hogares de este país, al menos, para empezar.


Las causas principales para llegar a este punto son:


- Estrés diario de horarios laborales, presión social, contratiempos de salud, escasa y mala conexión y diálogo con nuestros hijos. En definitiva la mala gestión del tiempo, no priorizamos.


- Las pantallas que son l@s nuev@s educador@s del siglo XXI y nosotros sus camellos tecnológicos (he cogido el término de Pedro Aguado y es fuerte pero es verdad) y sino observarlo por vosotr@s mism@s, cuando paséis por una terraza de un bar y si hay niñ@s ¿cuántos hay con pantallas?.


- Falta de límites desde la más tierna infancia, y no es ordenar e imponer de forma autoritaria, sino estructurar y ordenar unos hábitos y rutinas y que ell@s a medida que vayan creciendo los adapten a sus nuevas circunstancias y nosotr@s ir dándole libertad para hacerlo, permitiendo que se equivoquen y aprendan.


- Falta de Inteligencia Emocional, principalmente en l@s adult@s, todo el mundo se ha topado con el típic@ que va conduciendo e insulta a todo el mundo, a ese seguro no le han enseñado a identificar y gestionar sus emociones sino no haría eso. ¿Qué está aprendiendo el hij@ con el que va sentad@?.


- La propia violencia que l@s adult@s ejercemos sobre l@s niñ@s, nosostr@s somos también muchísimas veces “volcanes”. Todo el mundo lo ha hecho, dar una torta o un cachete, decir los famosos “TÚ ERES” muy lento, torpe, pesado, en la gran mayoría de veces añadido con ironía, sarcasmo o enfado es decir una connotación emocional desagradable, y eso no es educar, aunque sea lo que nos han enseñado de toda la vida, eso no significa que esté bien, eso es que nuestro ego habla más fuerte que el amor y el respeto incondicional que le debemos a nuestros hijos.


- Sobreprotección, se lo damos todo hecho, resuelto, masticadito y con esto lo que conseguimos es anular el desarrollo como personas de nuestros adolescentes, su capacidad de resolver problemas, toma de decisiones, dañamos su autoestima y además desarrolla un distorsionado autoconcepto (normalmente no soy válido o no merezco nada).


- Escasa tolerancia a la frustración, derivado de todo lo anterior.


Hay diferentes grados de intensidad en la violencia en el hogar con nuestros hijos.


Una cuando ya se nos ha escapado totalmente de control y se llegan a agredir a ell@s mism@s, cualquier otro miembro de la familia, y a amedrentar con rotura de cosas materiales, con frecuencia y violencia (modo destroyer), aquí sin duda recomiendo denunciar y que haya una intervención inmediata de las instituciones públicas porque hay mucho en juego y es importante empezar desde 0.


Otro es acudir a profesionales especialistas en estas conductas cuando son esporádicas o rutinarias pero hay cierto control, son niñ@s que de vez en cuando “explotan” y hay disposición y ganas de cambiar y mejorar por todas las partes. Recomiendo acudir a profesionales como yo con experiencia y grandes resultados en la resolución de conflictos y acompañamiento a adolescentes con esta dificultad a través del diálogo, el cariño, la comprensión y autoridad.


¿Porqué nos comportamos así?


Aprendemos una conducta que es la que sabemos que está bien y ésta se aloja en la parte frontal del cerebro, la parte racional, es lo que solemos decir “la teoría”, ( no quiero volver a chillar a mi hij@, pero luego se da otra situación similar y actuamos igual, chillando). Esto es porque esa parte racional se desactiva cuando por un descuadre de algo que no cubrió nuestras expectativas, deseo o necesidad no se cumple, sea lo que sea no se puede entrar a juzgar, se nos cruza el rojo con el negro y se activa la parte más primitiva del cerebro, que nos protege ante lo que nosotros creemos que es un ataque, la amígdala. Y comprendamos o no la razón de esa frustración en nosotros o en nuestros hijos es así el proceso de explote, en nosotros y en nuestros hijos.


¿Qué podemos hacer para resolver cuando esto sucede y cómo puedo evitarlo?


Primero cosas generales:


- Debemos controlarlos nosotros mismos en nuestro día a día, trabajo o donde sea que nuestras “bombas” sean cada vez menos numerosas. Identificando en nosotros esas emociones y conductas. Y pedir perdón a nuestr@s hij@s cuando sea contra ell@s, humildad y control del ego.


- Viendo el patrón tanto nuestro como de nuestros hijos, el marco dónde y cómo suele suceder los hechos “bomba”.


- Crear un ambiente lo más organizado, estable, armonioso y menos estresado posible.


Segundo si se da la situación:


- Contener y verbalizar que sabe que hay algo que le molesta que necesita echar, que le ayudamos pero no agrediendo a nadie.


- Que busque la forma de expulsar ese sentimiento que le daña y le acompañamos, no juzgamos si nos parece una tontería o no.


- Y en los momentos de calma analizar qué ha pasado para podernos anticipar, si le ponemos nombre podemos cada día gestionarlo mejor y extinguir esta conducta.


No es fácil, yo en mi trabajo he tenido niñas que han tardado meses en controlar esas explosiones. Esto es un trabajo arduo que requiere mucho amor, atención de profesionales, humildad por nuestra parte de no permitir que hable nuestro ego, no soy menos por acompañar en vez de recriminar, chillar o castigar cuando me agreden, no permito la agresión física ni mucho menos, solo hay sujeción y acompañamiento.


El cambio es posible, por todas las partes, solo hay que dejarse bien guiar, tener ganas de aprender y confiar en el proceso.


En mi faceta como madre también he tenido que aprender a resolver este tipo de conflictos, aunque parezca difícil de entender por lo dulce y tranquilo que es mi hijo, también tuvo una etapa larga de “explosiones” más hacia él mismo que a los demás (esto casi que es peor porque no te permite acceder a su malestar, se lo tragaba todo y es mucho más complicado de explicar, razonar y gestionar), esporádicas pero prolongadas en el tiempo, años…….


Fue una etapa complicada de mucha tensión, incomodidad, desgaste emocional, pero sin duda mereció la alegría, pedí ayuda a otro profesional (mi ya famoso Antonio terapeuta) que lo ayudó a él a entenderse y a dialogar conmigo y yo aprendí a poner en práctica en mi casa lo que había aprendido en años en mi trabajo más la terapia recibida y formación pedagógica y psicológica que no dejo nunca de recibir.






 
 
 

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Un espacio educativo donde comparto mi experiencia y conocimientos como madre y educadora a la hora de afrontar diversas dificultades en la comunicación, gestión e identificación de emociones y convivencia con nuestros adolescentes.

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