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Castigo Vs Consecuencia



La gran mayoría de las personas que lean este artículo recordarán haber escuchado alguna vez en sus casa, “aquí se hace lo que yo digo”, “si te portas mal verás cuando venga tu madre (o padre)”, “si no te comes el plato entero no sales a jugar con tus amigos”, “tú no opinas ya cuando seas mayor comerás huevos” y un terrible etc.


Yo sufrí muchos y otros muchos más creativos castigos durante mi infancia, recuerdo uno en concreto que me lo intenté tomar con sentido del humor pero me dejó marcada para siempre fue que en el colegio a mi me encantaba y me sigue encantando hablar mucho, explicar, enseñar y ayudar a los demás en general y en ese momento en clase (por eso me dediqué a la educación) y de siempre me gustó estudiar, es decir que en general era buena estudiante.


Eso molestaba en clase a las profesoras así que un día ya no recuerdo quién me castigó atándome el cinturón del babi (lo tenía que llevar hasta los 14 años) a la silla. Así no me podía mover. Insisto que lo intenté llevar lo mejor que pude pero eso me humilló y avergonzó. No aprendí nada, solo a generar odio, frustración e impotencia. Sólo que a esa profesora le estorbaba y no quería comerse la cabeza en educarme, sólo quería estar tranquila y que no le diera muchos quebraderos de cabeza. Como seguimos haciendo ahora la gran mayoría de las veces, o con caprichos o con tecnología, en vez de educar.


Enlazo con un poco de teoría para entender el porqué estas circunstancias aberrantes.


Venimos de un condicionamiento clásico durante años, generaciones, que consiste en:


El típico castigo, dar algo desagradable para que remita la conducta (castigo negativo), como lo que me sucedió a mi, o castigo positivo cuando quitamos algo agradable al niño como ver la televisión por ejemplo cuando no se come toda la comida o no recoge el cuarto.


Y está el refuerzo positivo que es dar un premio por una buena conducta, por ejemplo una chuche cuando aprueba un examen, o le quitamos algo desagradable como tirar la basura para que vuelva a repetir su conducta (aprobar el examen). A todos nos sonarán.


Está claro que esto no funciona, porque sino l@s niñ@s más castigados serían los que mejor conducta deberían de tener ¿no?. Y todos sabemos que eso no es así. Y cuando se lo intentas hacer ver a padres o profesionales te dicen no, es que no aprende…no querid@ el que no aprende eres tú. Tiene que haber consecuencias, sí, una mala conducta o un mal hábito hay que trabajarlo, para que haya un aprendizaje verdadero y a largo plazo. Es más difícil, hay que ser más creativo pero sin duda es lo mejor para educar. Si hay problemas con la comida trabajemos con la comida, no con jugar o estar con amigos, si es del cole trabajemos con cosas del cole, las consecuencias, etc, no mezclemos conceptos.


Consecuencias del castigo como método de aprendizaje:


1. Dificulta la comunicación


Evidentemente, a través de gritos, amenazas, silencios o castigos físicos el vínculo que tenemos con nuestros pequeños no se ve beneficiado. La comunicación se ve obstaculizada porque normalmente tendemos a evitar la relación con el castigador, a escondernos de él u ocultarle cosas.


2. Deteriora la autoestima


En cuanto a la personalidad del niño, también se pueden ver afectadas ciertas facetas como el autoconcepto que tiene de sí mismo, es decir, como se define el niño a sí mismo, bueno, listo, válido, fuerte… y la autoestima, cuanto se quiere se valora. Un niño que se le castiga constantemente por como es, como siente, piensa o actúa posiblemente tenga dificultades para construir un autoconcepto y una autoestima segura y fuerte.


3. Fomenta el conformismo y la agresividad


Además, los castigos pueden resultar en un aprendizaje de un estilo de resolución de conflicto o bien conformista, pues piensan que no tienen poder de cambiar nada ni de defenderse a sí mismos. O bien agresivo, pues consideran que pisar al otro, imponer sus deseos sobre el otro con fuerza, es el único camino posible.


4. Genera inseguridad


El castigo genera miedo a la autonomía, generamos niños que no se atreven a tomar la iniciativa y la responsabilidad por miedo a las represalias en caso de cometer un error. Niños inseguros que necesitarán de la aprobación de papa o mama en cada paso para asegurarse de que todo lo que hacen «está bien».


5. Dificulta el autoconocimiento y el respeto por uno mismo


Otra de las cosas que provoca el aplicar castigos de forma externa bajo criterios externos, es una desconexión con nosotros mismos. Este forma de educación dificulta mucho el autoconocimiento y el autorespeto por las necesidades propias puesto que aprendemos a que las cosas se hacen o no se hacen en base a unos valores externos impuestos y lo que sienta o necesite el niño no importa.


6. Desarrolla comportamientos sumisos y victimistas


Otra creencia que también encuentro a menudo, es que el castigo fortalece el carácter. Y papás y mamás con toda su buena intención quieren que su hijo o hija sea fuerte. Sin embargo, el castigo genera un estilo de interacción con el otro sumiso y victimista, pues los niños y las niñas se sienten indefensos en esas situaciones. Y como nuestra mente funciona por generalización, es muy probable que esa visión de indefensión se extienda a su forma de entender el mundo generando una visión de la sociedad negativa donde ellos y ellas se encuentran sólos e indefensos.


La inutilidad de los castigos


En definitiva, el castigo no cambia la conducta a largo plazo, no educa en los valores que deseamos sino que los niños dejan de actuar por miedo a las represalias, deteriora el vínculo que tenemos entre niños y adultos, genera sentimientos negativos de resentimiento, rabia o soledad, estilos de resolución de conflictos conformistas, evitativos o violentos.


Y entonces seguro querid@ lector que te estarás preguntando, ¿ qué hago cuando no hace lo que tiene que hacer?.


Yo no tengo la respuesta para todas las problemáticas, porque además cada persona es diferente, pero sí puedo poner ejemplos de lo que a mí me ha funcionado con mi hijo y después lo he adaptado con mis niñ@s del centro.


Para comer, mi hijo no comía nada, literal, cada vez que íbamos al pediatra pesaba menos, pero desde bebé, se ponía malo con la garganta y le dolía al tragar y le cogió como aversión. Yo le ponía dibujitos, vídeos de semana santa, me enfadaba, y le chillaba, después me sentía tan culpable que me hartaba de llorar, pero tenía más de dos años y no tenía el hábito, ya era una situación súper tensa, lo recuerdo con pavor. Le daba comida a destiempo, lo que fuera, pero eso era un desastre.


Pues llegó un punto que hice un menú, le ponía la comida le daba un tiempo si no se lo comía tenía que esperar con hambre hasta la merienda y así igual con la cena. Le ponía comidas suculentas para los niños, y esperé hasta que de hambre no le quedara más remedio que comer. Una vez estuvo casi dos días sin comer.


No me enfadé ni chillé, continué tan normal, el niño se relajó y salió bien la jugada. Empezó a comer y ahora come absolutamente de todo, con ganas y con conciencia de que hay que comer saludable, tanto que le encanta el brócoli crudo en ensalada.


Otro ejemplo es con respecto a la responsabilidad con sus cosas, tanto del cole, tareas, prendas y material como sus enseres.


Las tareas del cole, excursiones, bailes fin de curso, exámenes, hace años que se encarga él, me salí de todos los chats de madres histéricas que solo anulan la autonomía y responsabilidad de sus hijos creando verdaderos inútiles funcionales. De hecho no estoy en la plataforma ni contacto con profesoras, cuando ocurra algo que me convoquen y cualquier cosa que hablen con el niño, es su responsabilidad, a mí en caso de extrema urgencia.


Una vez perdió un chaquetón, nos dio el dinero para comprarle otro de su hucha, si él lo pierde él lo paga. No volvió a perder nada más.


La habitación le doy cuartelillo a no recogerla por la mañana, pero cuando vuelve después de comer lo hace. Y si ha sido un poco desastre toda la semana el fin de semana sin quitarle mucho tiempo de juego, familia y ocio, hace una limpieza más a fondo de su cuarto y colabora en las tareas del hogar.


Si no le ha dado tiempo a estudiar por falta de organización nos juntamos y hacemos un planning semanal.


Para cosas generales también me vino genial hacer contratos y cada semana recibía un mini premio, hasta que integraba las conductas de manera natural.


Darle a elegir, que tome decisiones y si se equivoca sacamos el aprendizaje, yo he dejado que suspendiera cosas para que aprendiera, no le he hecho el trabajo ni le he resuelto, se caía y yo le ayudaba a levantarse. De hecho es muy estudioso, ha aprobado todo.


Empezamos como un juego a recoger cosas de la casa, hacer comidas, fregar, hasta que él lo hace por sí mismo, y lo ve natural.


Y lo más importante, como dice mi alma imparable Mariana, validar todas las emociones, enseñándole a identificarlas, gestionarlas y dándole a cada una su grado de importancia.


Con todas estas orientaciones no hay que olvidar que nosotros somos su ejemplo, el espejo donde se miran, no exijamos lo que no hacemos.


Esta es mi manera de ver la educación, autoritaria, porque soy firme en cuanto que cumplo a raja tabla las consecuencias para el aprendizaje y afectiva, educando siempre desde el amor y demostrándolo, no sólo de boquilla.



 
 
 

1 Comment


Yo tampoco estoy en ningún grupo de WASAP. Me parecen una tortura además de un fiel reflejo del modo de educar de ahora. Sobreprotegiendo

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Un espacio educativo donde comparto mi experiencia y conocimientos como madre y educadora a la hora de afrontar diversas dificultades en la comunicación, gestión e identificación de emociones y convivencia con nuestros adolescentes.

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