Educando para la frustración
- ana maria perez cruz
- 28 ene 2022
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 19 jun 2022

La frustración es el sentimiento que se produce cuando una persona no logra alcanzar el deseo planeado para satisfacer una necesidad. En este escenario, el individuo reacciona emocionalmente manifestando rabia, ira, malestar, ansiedad y desesperación.
Esta emoción está a la orden del día en todas las etapas del ser humano, pero más en la adolescencia, ya que es una etapa de cambios a muchos niveles, físico, emocional, social, hormonal, sexual, etc. Una bomba de relojería que lleva en muchas ocasiones a una emoción muy negativa por no saber aceptar y gestionar su nueva situación y los sentimientos que ella conlleva.
El origen de la frustración puede ser externo o material cuando quieren obtener una cosa y no lo consiguen, como zapatos nuevos o de una marca, un móvil o lo que se les haya encaprichado. Y otra interna o inmaterial que viene provocada por no aprobar un examen, no hacer bien un deporte o no recibir el afecto o la atención necesaria por parte de padres, profesores o amigos.
También la frustración viene cuando se dan cuenta que hay ciertas cosas que simplemente les cuesta más trabajo hacer, y adquirir esa paciencia, calma, perseverancia y constancia para aprender es lo que debemos enseñarles.
Lo que solemos ver desde fuera o el resultado de esa frustración es ira, enfado o incluso agresividad, soltar esto no es malo, es necesario otra cosa es saber hacerlo correctamente.
En un curso intensivo de gestión de emociones que recibí de la experta en educación Mar Romera (al final del artículo enlazo un vídeo muy cortito y genial de ella), lanzó una pregunta al aire, ¿quién quiere que sus hijos o alumnos sean felices?, casi todo el mundo levantó la mano. Y ella para sorpresa de todos dijo, pues yo no, yo quiero y veo fundamental que pase por todas y cada una de las emociones que son necesarias para la vida, lo que más me interesa es que aprenda a gestionarlas. La felicidad eterna no existe.
Me hizo mucha gracia y me sentí importante como madre y educadora porque eso desde siempre ha sido lo que le he pretendido enseñar a mis niños y a mi hijo.
Siempre les pongo dentro de lo que es su espacio de aprendizaje próximo para la mejora, lo más apropiado a su edad, su forma de ser y sus circunstancias al límite, les doy una vuelta más de rosca y procuro ser exigente en lo que sé que pueden hacer y lo que pueden llegar a ser. Cuando noto cosas que no lo hacen por pereza, flojera, miedo o porque les saca de su zona de confort es cuando entro en acción y les insisto y “obligo” que lo hagan, después se encuentran satisfechos al ver el paso que han avanzado y lo que han aprendido.
Si nosotros les resolvemos todas las circunstancias que se van encontrando en sus vidas, ¿cómo vamos a conseguir que aprendan ellos mismos a resolverlas cuando sean adultos?. Cuando acuden a mi por cualquier cuestión se enfadan incluso si no se lo soluciono, porque yo lo que hago es darle una herramienta, un método o un sistema a resolver pero son ellos lo que tienen que proceder. Después lo agradecen.
Suelo encontrarme un alto porcentaje de niños que llegan a mi centro, de todas clases sociales y lugares, que no saben hacer cosas básicas como abrir un cartón de leche, preparar una mesa o el desayuno, atarse los cordones, poner una lavadora, tender, hacer la cama o tener ordenada la habitación.
Lógicamente cuando en las vidas de estos chavales llega un adulto y les dicen por primera vez, tienes que hacer esto o lo otro, te mira con cara rara y te dice ¿perdona? Yo no lo he hecho en mi vida y no lo pienso hacer para eso estás tú. Es normal que respondan así es lo que le han enseñado pero imaginad el grado de frustración que les genera, con cosas básicas, creéis que si no saben resolver eso sabrán resolver conflictos de comunicación, gestión de emociones, control de impulsos y dificultades mayores, todos creemos que no.
La escasa responsabilidad que estamos inculcando a nuestros adolescentes es preocupante y además poco práctica para su futuro, un futuro incierto e inestable que lo que más se está valorando en el ámbito educativo, formativo y laboral es la versatilidad, capacidad de adaptación y resolución de conflictos, ¿cómo estamos preparando a nuestros chavales en el seno familiar?.
Recuerdo las de pequeñas discusiones que yo tenía con mi madre con respecto a la educación de mi hijo, yo dejaba que se equivocara, tardara más en hacer algo, para que con el ensayo error aprendiera a hacerlo. Ella se desesperaba y decía déjalo Marcos ya te lo hago yo. Y yo rápidamente intercedía para que fuera él el que lo terminara, lo aprendiera y resolviera. Si yo hubiera permitido esa interrupción en su aprendizaje o hubiera hecho lo mismo ahora no sería el niño autónomo, independiente y responsable que es.
No podemos frenar o parar su conquista a la autonomía, al aprendizaje de la vida, a la adquisición de responsabilidades. Le estaríamos quitando un derecho fundamental, que es vivir, no crear personas dependientes e infantiles e inmaduras, a largo plazo es un terrible error.
Recomiendo permitir el ensayo error en todas las facetas de su vida, y que vayan adquiriendo responsabilidades según etapas de la vida.
Desde tirar el pañal a la basura, hasta hacer cama, orden habitación, recoger la mesa, recoger baño y ducharse solo, preparar cosas de cole, organizar agenda, etc. En mi metodología esto es un elemento clave.
Para muestra un botón así que me apoyo en una gran profesional como es Mar Romera que explica como nadie información valiosa para saber educar más y mejor a nuestros niños y adolescentes.
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